Nuestra mente está diseñada para actuar con rapidez ante situaciones de peligro y para ello desencadena la elaboración de una serie de sustancias químicas que ponen el cuerpo en situación de alerta. Se puede analizar la respuesta de un individuo a varios niveles:
- - Fisiológico: taquicardia, fatiga, nauseas...
- - Cognitivo: pensamientos intrusivos y/o obsesivos...
- - Emocional: shock, ansiedad, miedo...
Para trabajar en este sector, el profesional debe tener un gran control de sí mismo, es decir, conocer sus capacidades y habilidades y ponerlas en marcha de forma correcta en el momento de la tragedia. Habilidades relacionadas con la comunicación, el control de la situación, mantener la calma así como la experiencia son factores que ayudan a intervenir con éxito.
En líneas generales, el profesional debe saber entender su labor como la de un agente que interviene de forma puntual y no dejarse involucrar en los acontecimientos más allá de la implicación profesional. Juan M. Fernández Millán ha estudiado el apoyo psicológico en situaciónes de emergencia y concluye que hay varios momentos de intervención:
- Antes de que ocurra, el profesional, debe conocer cómo funciona el estrés, qué es y cómo intervenir para controlarlo. El síndrome general de adaptación es definido por Selye y habla de tres fases experimentadas en el estrés, entendido este como una reaccion fisiológica en el que entran en juego distintos mecanismos de defensa cuando un individuo percibe una situación como amenazante. Con lo cual no todos los individuos responderán igual a una misma situación.
- Durante el accidente es importante realizar una escucha activa, mantenerse alerta, sentir que se está haciendo lo mejor posible y que todo cuanto hacemos forma parte de nuestro trabajo. No podemos cambiar nada, pero sí intervenir lo mejor posible en esos momentos.
- Después de un accidente es proactivo charlar con los compañeros del suceso, exponer los sentimientos, los pensamientos. Ello ayudará a exteriorizar lo vivido y procesarlo con más naturalidad.
Un estilo de afrontamiento activo en el que el individuo se sienta parte importante para superar ese episodio, una red social estable y sólida, seguridad en sí mismo, buena autoestima son claves para que estos profesionales puedan enfrentarse a este tipo de situaciones con éxito y nunca deben perder la perspectiva de agentes externos pues están haciendo su trabajo aunque vean inevitable establecer ciertos vínculos emocionales con la sitaución y no es nada recomendable identificarse con los implicados (por ejemplo, "tenía la misma edad de mi sobrina"). Hay que ser realistas y asumir que no se pueden solucionar todos los problemas, pues todos tenemos un límite, que la intervención es puntual y que forma parte de nuestro trabajo.
Por ello es tan importante que a nivel personal tengan actividades que les hagan desconectar tanto física y emocionalmente. En el plano físico el deporte es un gran aliado y en el terreno emocional ayudan los hobbies, cultivar las redes sociales o la red familiar. En el caso de que se observe que la situación sea desbordante no deben dudar en acudir a un psicólogo, pues el trabajo que desempeñan es complejo y no son infalibles.
En ocasiones, después de una tragedia de este tipo, suele utilizarse el humor negro entre los compañeros. Este hecho es, según estudios realizados por diferentes autores como Cortés, una válvula de escape que ayuda a racionalizar las tensiones psicológicas.
María Donaire Martínez
Psicóloga clínica