Miércoles, 28 Noviembre 2007 19:15

LOS DICTAMENES PERICIALES

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LA TENTACIÓN DE LA INFALIBILIDAD O LA CRISIS DE LA EVIDENCIA

INTRODUCCIÓN

Ya nadie discute hoy en dí­a la importancia de los dictámenes periciales en la impartición de la justicia. Las contribuciones de los expertos en diferentes áreas forenses se suceden con ritmo apremiante; sus aplicaciones técnicas logran éxitos cada vez más sorprendentes, de profunda repercusión en el desarrollo social de los pueblos. De ahí­ la importancia que cada dí­a se incrementa- no sólo entre sus pares como lo son otros peritos, sino también entre las personas sensibles a la problemática delincuencial-, por entender qué es lo caracterí­stico en el planteo cientí­fico de los problemas forenses. Dos son los caminos que permiten analizar en este documento la importancia de la adecuada formación cientí­fica en las diferentes materias forenses; el primero consiste en seguir de cerca el egreso de nuevos expertos forenses y su rápida inserción en el ámbito forense para la resolución de un hecho presuntamente delictuoso; el otro es teórico y que implica hacer referencia a los métodos de investigación que dichos expertos utilizan.

Hernández Mota, Juan M.
Colegio Libre de Estudios Universitarios
Facultad de Criminologí­a, Criminalí­stica
y Técnicas Periciales, Campus Oaxaca, México.
Teléfono +52(951569)0706
Correos electrónicos:
mixe_mota@hotmail.com
mixe_mota@yahoo.com.mx
mixe@criminalistic.org

En mi experiencia pericial y a lo largo de mi formación académica he tratado de ser expositor y defensor del pensamiento cientí­fico, sin embargo, no trataré de ocultar las dificultades a las que se enfrenta el experto forense al comunicar de forma verbal o escrita su opinión especializada; mi propósito, ante todo, es que el lector advierta el interés del problema y se sienta atraí­do a estudiarlo por su cuenta con toda la extensión e importancia que exige.


PLANTEAMIENTO DEL PROBLEMA
El progresivo aumento de nuevos expertos de las pericias, ha resultado ser un arma de doble filo para los diferentes órganos de procuración y administración de justicia que los requiere, y por ende para la sociedad, debido principalmente a la deficiente preparación académica de los nuevos investigadores que egresan con una rapidez impresionante de las diferentes academias e institutos de formación dependientes de las propias entidades policí­acas o de procuración de justicia, sin que tengan conocimientos a veces elementales sobre los diferentes métodos de investigación que exige la investigación forense.

En un mundo abarrotado de expertos forenses, la implantación de modelos propios del conocimiento técnico del investigador, abrirí­a nuevos horizontes para estos investigadores noveles que pretenden perpetrar con éxito cualquier tipo de caso. Desafortunadamente esto no es así­. Las aparentes ventajas de egresar de las academias e institutos de formación, nuevas generaciones de peritos en diferentes áreas forenses bajo las premisas no siempre tan claras de depurar los cuerpos periciales, evitando la corrupción, y desalentando malos hábitos adquiridos por los mismos, cubriendo a la vez esas plazas faltantes que tanto urgen en diferentes zonas geográficas, implica graves riesgos, como la inexperiencia patente de muchos de ellos.

Sea, por ejemplo, el caso del empleo de modelos inadecuados para la reconstrucción forense y con los cuales los nuevos expertos formulan sus opiniones “expertas”. En razón, solamente de su estricta “percepción de los hechos” y cuya génesis parte de las experiencias previas de otros expertos mas “viejos”, y de los antiquí­simos modelos ocupados. Otra falla más, es el uso forense de hipótesis estadí­sticas que reflejan la información recogida sobre un indicador que en la gran mayorí­a de los casos es difí­cil ajustarlo al caso nuevo estudiado aún con sus adecuadas muestras de control, o la extracción de datos de expedientes de forma burocrática, sin el cuidado suficiente para elegir lo importante de lo recabado previamente por otras autoridades, o divagar pidiendo demasiados datos que terminaran por hundirnos en un mar de papel que ocultara el objetivo real a alcanzar, dificultando la critica cientí­fica de las diferentes facetas de la realidad a la que se enfrentará el experto.

Las preguntas clave ha contestar, son: ¿Será posible la destrucción de la fiabilidad de un dictamen pericial por fallas metodológicas?, ¿La evidencia deja de serlo, sólo por una cuestión de procedimiento?

DESARROLLO

Para dar respuesta a la primera de las interrogantes ¿Será posible la destrucción de la fiabilidad de un dictamen pericial por fallas metodológicas?, formularé otras más:

1. ¿Porqué los métodos cientí­ficos empleados por el experto son generalmente aceptados como fiables dentro de la comunidad judicial que conoce del caso?

Admitir en un principio, una jerarquí­a académica del experto es común entre la comunidad judicial, la sociedad y otros especialistas. El juez, considerado perito de peritos, otorga un valor incuestionable a la opinión pericial del experto elegido mejor calificado. Pocas personas seguramente se opondrán si el investigador forense menciona en el cuerpo de su estudio que utilizó la ciencia y la técnica como herramienta y soporte de su opinión, aunque en algunos casos no sea así­.

Se comprende en consecuencia como dicha actitud haya sido acogida con gran entusiasmo por la sociedad en general y para ella es casi un “acto de fe” creer en la sabidurí­a del investigador forense. No tiene de otra, la confesional dejo de ser la prueba reina y definitiva para la impartición de justicia, por sus más que justificadas razones. Se trata de la consolidación victoriosa y decidida de la riqueza de la investigación directamente vinculada con el intelecto, y por tanto, del surgimiento de grupos numerosos de cientí­ficos sensibles a la problemática delictiva, mismos que a partir de una serie de interrogantes que no pueden responderse empí­ricamente exigen un planteo teórico.

Todaví­a en los inicios del siglo XVII, los cientí­ficos desdeñaban el uso de las lentes diseñadas por los artesanos porque deformaban los objetos o les cambiaban el color, y a su parecer deformaban la realidad de lo que observaban. Fue necesario que Galileo Galilei sacudiera violentamente ese raciocinio del supuesto engaño de las lentes al decir; “…puede ocurrir que, a través de las figuras vistan en el anteojo se logre conocer la realidad mejor que a simple vista.” 

Resultado de situaciones como las anteriores en donde la evolución de la ciencia ha justificado sobradamente sus métodos, la sociedad tiende a creer en los expertos que dicen recurrir a ella.

2. ¿El experto está adecuadamente preparado para opinar sobre el tema?

El titulo universitario es un reconocimiento del estado y de la sociedad que otorga al individuo como prueba documental de que posee una larga trayectoria académica cargada de obstáculos intelectuales superados exitosamente. Son reconocidos como individuos formados en un área especí­fica del conocimiento humano. Quizás su dominio intelectual en un tema particular sea muy por encima de la media de la población. Sin embargo, para ser experto en alguna material se requiere constante preparación y actualización en su especialidad. Es decir, por ejemplo; un ingeniero no sólo por su titulo universitario pude llegar a ser experto en la investigación de los accidentes de tráfico, aún cuando el aspecto fí­sico-matemático lo aborde con suficiente facilidad. El ingeniero debe preparase ahora para ser investigador forense. Ya tiene una ventaja sobre los que no tienen el titulo universitario, pero es insuficiente.

Es sabido que grandes personalidades son requeridas para peritar, buscando que la opinión pericial sea incuestionable. Pero esto no es garantí­a de éxito en la investigación. El titulo, el renombre, y la aceptación social de un individuo son una agradable circunstancia, pero no determinantes para el esclarecimiento de los hechos.

3. ¿Los procedimientos cientí­ficos que se emplearon son en realidad los correctos para intentar establecer la producción de los hechos?

En cuanto la ciencia demostró que podí­a insertarse con éxito dentro de los estudios forenses y que durante muchos años se habí­a reservado a las artes secretas y misteriosas de “así­ es, por que yo lo digo”, inmediatamente surgió la necesidad de volverse “cientí­ficos” sobre la marcha, heredando las ambiciones y limitaciones propias del que fue improvisado para desempeñar un cargo de tal relevancia.

Pero este cambio exigí­a ante todo que la ciencia se concibiera como una construcción esencialmente humana, es decir, como un instrumento valioso creado por nosotros para nuestro uso y provecho, y en el ámbito pericial para un mejor soporte de sus estudios, en consecuencia para beneficio de la sociedad. Sin embargo, resulto ser un obsequio más o menos gratuito para investigadores que se aferran a viejas prácticas, originando que la conquista de la ciencia de unos, se vuelva botí­n de otros. Situación humillante para la ciencia ya que bajo su nombre se cometen fechorí­as.

Para eliminar este “jaque a la razón”, se diseñaron nuevos procesos que exigí­an que los dictámenes estuvieran apegados al método de la ciencia y pocos peritos lo han logrado y aún cuando sus formatos incluyen los pasos que contempla el método cientí­fico, la opinión pericial al final dista de su propio método elegido, porque sus conclusiones en algunos casos son sesgadas a lo que se intenta comprobar, es decir, no importa el procedimiento o método elegido, lo relevante es el resultado, “Si sólo lo que se puede probar públicamente se puede copiar fraudulentamente, entonces bajo el mecanismo de la verdad se esconde siempre la voluntad de la mentira.”1, y como existen pocos mecanismos de verificación o revisión del documento emitido, el producto final no es congruente con lo analizado.

En resumen, en el mundo pericial existen investigadores forenses que son respetuosos del método cientí­fico y sus conclusiones se acercan a la realidad de cómo fueron los hechos. Otros, ocupan o dicen ocupar a la ciencia y sus métodos como herramienta en el estudio de sus casos, pero en realidad dominan el arte de las inferencias personales, utilizando a la ciencia como una herramienta provocadora que beneficia a sus estudios de manera tendenciosa, y que bajo la critica certera poco tienen que decir. Algo de esto hacia referencia Sr. Ví­ctor Irureta, investigador de los accidentes de circulación de la Argentina, al hablar de la accidentologí­a mágica2, en donde palabras más palabras menos, mantení­a que algunos investigadores ocupan modelos matemáticos equivocados para obtener un resultado a modo. Es decir, ocupan la ciencia fí­sico-matemática para justificar sus tropelí­as.

Demos respuesta a la segunda interrogante ¿La evidencia deja de serlo, sólo por una cuestión de procedimiento?

La triste realidad de un trabajo rutinario y susceptible de ser realizado continuamente implica que se pasen por alto procedimientos importantes para el desahogo de una diligencia judicial, lo que producirí­a que elementos relevantes en la investigación quedaran fuera de contexto al ser presentados por ejemplo, extemporáneamente, o que se presuma que fueron contaminados por el mismo investigador al carecer de las técnicas adecuadas para preservar la evidencia y sin una comprensión adecuada de los pasos del procedimiento cientí­fico que supuestamente gobernaban sus acciones Cuando la emoción del investigador poco preparado predomina sobres sus conocimientos, deja de lado datos y manejos adecuados de la evidencia que posteriormente le cobrara su inexperiencia.

“En algunos momentos fuertes de los interrogatorios, los abogados defensores lograron poner a los testigos en la “incómoda tesitura” de tener que oí­r o ver “que no conocí­an (o peor aun, que no podí­an conocer) lo que realmente estaban haciendo en ese momento.” Más aun, en casos en los que el interrogado apelaba a su “buen juicio profesional” para justificar la adecuación práctica de la laxitud mostrada en la realización de sus cometidos, el interrogatorio podí­a ser reconducido por el abogado hacia el extremo de hacer reconocer al testigo la posibilidad de que sus prácticas podrí­an contener detalles invisibles no registrados e incluso imposibles de registrar cuando uno está inmerso en la escena de su propia práctica.” 3

En algunos corolarios de los dictámenes periciales emitidos por expertos, la cita que no falta es la siguiente; “El presente documento fue realizado a mi leal saber y entender y atendiendo a la experiencia que poseo en la investigación de este tipo de casos”. Vamos por partes. Como el grado de sabidurí­a del experto es difí­cil de medir aunado a que la manera de entender cada problema tiene por naturaleza diferentes enfoques, además de que la experiencia del investigador pudo ser buena o mala y como no sabemos a cual recurrió, entonces la cita sale sobrando. Lo correcto serí­a entonces mencionar que el dictamen al menos se apego a la metodologí­a de las ciencias y que el resultado es la opinión particular a la que llego el experto luego de manejar una serie de hipótesis y elegida una, la comprobó con sus experimentaciones, por lo que el resultado fue el siguiente…

1 A. Javier Izquierdo, Lo falso auténtico: cosas en personas.

2 Irureta Victor, La accidentologí­a mágica

3 Lo falso auténtico: cosas en personas A. Javier Izquierdo UNED, Madrid


CONCLUSIÓN

Al advertir que en el lenguaje ordinario judicial la contundencia de la opinión del experto, es pocas veces cuestionada debido fundamentalmente al desconocimiento de la metodologí­a de la ciencias, por parte del personal que se encuentra procurando o administrando la justicia, es necesario que los procesos y formulaciones empleadas en la reconstrucción del hecho sean supervisadas por institutos o universidades independientes de los propios órganos de procuración y administración de justicia.

Con la opinión del experto se activan las leyes y reglamentos que pueden llegar a poner en riesgo la libertad de las personas implicadas en un hecho delictuoso, su economí­a familiar, personal, y las consecuencias o secuelas psicológicas inherentes a la gravedad del caso.

La deficiente investigación criminalí­stica y la ausencia de una clara metodologí­a de investigación conlleva graves riesgos de inequidad, prejuicio, arbitrariedad y desprecio de la ciencia. Nadie tiene la verdad como propiedad exclusiva.

El propio experto debe considerar su dictamen pericial como un instrumento imperfecto, pero perfectible, y tratar entonces de corregirlo, de extraer de él otros lenguajes menos defectuosos y de construir -sin apartarse de la relatividad y provisionalidad de todo conocimiento humano- un camino que, elevándose por encima de sus propias limitaciones, permita captar mejores aproximaciones a la realidad de cómo sucedieron los hechos.

Los nuevos investigadores deben buscar afanosamente adquirir conocimientos especializados lo más rápidamente posible antes de peritar en su materia elegida, y dejar la soberbia cinematográfica de la infalibilidad de lado y ante la inexperiencia natural del que emprende algo nuevo, la voluntad férrea del investigador que indaga hasta el último detalle.

Y en lo concerniente a los institutos y academias que forman investigadores forenses, responsabilidad real de asumir la tutorí­a de un experto que ha egresado de sus aulas y la confiabilidad a toda prueba de la calidad de sus académicos y la actualidad de sus planes de estudio, no desligándose de ellos aun cuando ya hallan salido de sus aulas, reconociendo a la vez la capacidad y experiencia de los expertos que han considerado ya desechables.



BIBLIOGRAFíA

Geymonat, L, Pensamiento Cientí­fico, Edit, Universitaria de Buenos Aires
Rojas, S., Raúl, El Proceso de la Investigación Cientí­fica, Edit. Trillas
Polya, G. Como Plantear y Resolver Problemas, Edit. Trillas
Conocimientos Empí­ricos y con El Método De La Ciencia
La manipulación del conocimiento
I Congreso Internacional De Accidentologí­a Vial
“Aplicaciones Informáticas Orientadas a La Reconstrucción De Accidentes De
Tráfico: Una Aproximación Técnico – Deontológica.”

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