Es decir, que si se decide mano dura para las acciones de los usuarios que constituyen una seria amenaza para la seguridad vial, de acuerdo, adelante. Pero tendrá que ser en las condiciones en las que se pueda esclarecer que es el usuario y no otro el que ha provocado la situación de riesgo.
En ese contexto coherente, digo yo que se acabará con esa costumbre de regular los semáforos con los consabidos tres segundos de ámbar, sin contemplar el tiempo y la distancia de parada posible en el lugar. Porque solamente acogiéndonos a lo que indica la normativa técnica española para el diseño de carreteras, el tiempo de parada a 40 kilómetros por hora ya puede ser de casi cinco segundos y hasta más. Ello quiere decir que, según el momento y el lugar, es muy fácil cruzar un semáforo en rojo sin existir incorrección conductual del usuario, sino que el gestor semafórico ha obviado en ese lugar lo que impone la Naturaleza para asegurar que se pueda parar ante un semáforo en ámbar en el tiempo dispuesto.
Digo yo que también se acabará de una vez con eso de colocar los semáforos en donde sea, y que a partir de los puntos del carnet, siempre se estudiará la colocación exacta de los semáforos para facilitar a los usuarios que puedan percibir a tiempo sus indicaciones. Porque si no, estaremos en las mismas.
También se acabará con eso de tapar los semáforos con carteles, arboles, toldos, señales y toda una retahíla de objetos que los ocultan y que, además de ser un riesgo para la seguridad vial, ofenden a la inteligencia de cualquiera.
En lo referente a la velocidad, me parece muy bien que se hagan respetar los límites, y ello por cuestiones que ya han sido publicadas en ámbitos técnicos y que ahora no puedo explicar por evidente falta de espacio.
Ahora bien, si decimos que todo el mundo a respetar los límites de velocidad, habrá que revisar la corrección técnica de los limites genéricos. Porque es evidente que esos límites genéricos no valen en las vías que no han sido proyectadas y construidas para mantener la seguridad en esos límites de velocidad. Y eso, señoras y señores, son muchas vías, no una ni dos ni tres.
También habrá que revisar la corrección técnica de todos los límites específicos de velocidad, así como la correcta colocación y el estado de las señales que los establecen para asegurar su perceptibilidad, sin olvidar revisar la coherencia del límite impuesto con las condiciones que perciben los usuarios del modo que con que les es posible hacerlo. Porque si no, estaremos haciendo el primo en lo que a seguridad vial se refiere.
Y digo yo que también dejaremos de tolerar la accidentología mágica, esa que no se ajusta a la metodología de las ciencias, y que con ocho folios de ecuaciones y partiendo de una o varias suposiciones, es capaz de precisarnos que antes del accidente se circulaba a 133,33 km/h, cuando el límite era de 120 km/h, y que, además, nos indica que esa infracción administrativa (demostrada matemáticamente partiendo de una o varias suposiciones) es la causa del accidente, aunque no explique ni cómo ni por qué. Cuestiones que tiene por costumbre dejárselas al juez al que le tocó la china del accidente o a quien tenga que imaginárselas, porque para explicar las cosas científicamente hay que ajustarse a la teoría y a la metodología de las ciencias, no basta con hacer muchos números y un ahí te quedas.
O sea, que sí, el carnet por puntos muy bien, conseguiremos algo. Pero, si queremos seguridad vial tendrá que ser: ¡café para todos!
Luis M. Xumini es experto en investigación de accidentes de tráfico y seguridad vial.