La sentencia estima que las muertes ocurridas -entre las que figuran las de dos policías- no pueden imputarse al acusado y considera que la persecución policial fue negativa e incluso incrementó el peligro.
El acusado, quien padece una psicosis maníaco-depresiva, había ingerido cocaína esa noche a pesar de que debido a su profesión de estomatólogo conocía que la droga podía provocarle un brote agudo de su enfermedad. El juez le condena a tres años y nueve meses de cárcel.