Sábado, 14 Agosto 2004 12:10

El drama del tráfico y la inseguridad vial

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Luis M. Xumini.

El drama es constante, aunque se reaviva en vacaciones y fines de semana, por eso los lunes y en fechas vacacionales se especula más acerca de sus orí­genes y soluciones, porque solemos acordarnos de Santa Bárbara cuando más truena.
Pero, Ortega y Gasset ya nos decí­a: "Si una generación dejase de estudiar, la humanidad actual, en sus nueve décimas partes, morirí­a fulminantemente. El número de hombres que hoy viven sólo pueden subsistir merced a la técnica superior de aprovechamiento del planeta que las ciencias hacen posible. Las técnicas se pueden enseñar mecánicamente. Pero las técnicas viven del saber, y si éste no se puede enseñar, llegará una hora en que también las técnicas sucumbirán."
En tráfico y seguridad vial todaví­a no ha sucumbido la técnica, porque en realidad aún no se ha logrado establecer propiamente como tal. O. ¿Acaso el mal funcionamiento del tráfico y la inseguridad vial, no es sino la consecuencia de una insuficiente técnica al conformar, gestionar y usar ese sistema técnico?
La necesidad de desarrollar la técnica, es la clave del problema más grave de seguridad pública por fenómenos violentos, que generan ví­ctimas por encima de guerras, delitos y otras catástrofes. Y que, precisamente, matan y hieren más en los paí­ses en desarrollo y en los pobres, donde los í­ndices de motorización son menores y hay menos carreteras -y no estamos ante ninguna paradoja.
El desaparecer de las aulas la lógica, la filosofí­a y la metodologí­a de las ciencias, y precisamente en las carreras de ciencias y en las técnicas -que no sé sabe en base a qué muchos sitúan por encima de las de letras-, ha tenido, tiene y seguirá teniendo nefastas consecuencias para la humanidad en muchos aspectos.
En 1987, dos cientí­ficos británicos resumieron la situación actual, publicando en la prestigiosa revista Nature: ¿Dónde se ha equivocado la ciencia? El artí­culo contiene una indignada protesta en contra de los filósofos y cientí­ficos que han estado propagando ideas tales como: el relativismo de la verdad; la incapacidad de la inducción para generar conocimiento; la impotencia de las observaciones para verificar o reforzar hipótesis; las virtudes de la falseabilidad; el anarquismo en la metodologí­a de la ciencia; y otras más.
Después de lamentarse de que pocas universidades incluyan cursos de metodologí­a de las ciencias entre los créditos que deben cumplir los estudiantes de ciencias -y hay que añadir a los de las técnicas-, y que en aquellas pocas que lo hacen hay profesores tratando de sabotear el método cientí­fico, describieron el resultado como sigue: "El infeliz estudiante se ve inevitablemente forzado a echar mano de sus propios recursos para recoger al azar y por casualidad, de aquí­ o de allá, fragmentos desorganizados del método cientí­fico, así­ como fragmentos de métodos no cientí­ficos. Y cuando el estudiante se convierta en un investigador profesional, como no posee la educación y la instrucción necesarias, caminará torpemente en la oscuridad, siguiendo caminos costosos y cerrados y echando mano de cosas tan desconfiables como adivinanzas al azar, conjeturas arbitrarias, corazonadas subjetivas, intuición accidental, suerte pura, accidentes afortunados, pruebas no planeadas e invariablemente erróneas. ¿Puede ser ésta una metodologí­a adecuada para hacer nuevos descubrimientos y lograr aplicaciones benéficas? Desde luego que no, pero ésta es toda la metodologí­a que los exponentes de las antí­tesis recomiendan a los investigadores profesionales".
La consecuencia de esta combinación no es otra que falta de saber, superficialidad cientí­fica y la pérdida de rigor y objetividad. O sea, un estancamiento nada propicio para los avances en una técnica emergente como es el tráfico y la seguridad vial, que la humanidad necesita desarrollar a marchas forzadas, pues basta atender a los avisos de la OMS y a todo lo que el mal funcionamiento del tráfico nos hace sufrir y pagar. Porque todo eso, además del gigantesco e indescriptible drama humano, tiene astronómicos costes sociales que empobrecen a las sociedades en términos porcentuales del PIB, y no poco.
No hace mucho, los forenses españoles nos decí­an que han localizado alcohol en el 37% de los fallecidos por tráfico a los que han hecho autopsias. No cabe duda que el alcohol, las drogas y muchos fármacos disminuyen la capacidad de las personas para equilibrar movimiento, y que esa combinación hay que erradicarla necesariamente por sus causas finales. Lo cual implica mayor complejidad y recursos que reglamentos, controles y sanciones.
Pero, el que exista demasiado alcohol en el tráfico, aunque sin duda se encuentra entre las causas materiales de muchos accidentes, no implica que ello sea necesariamente una de las causas finales de cada accidente en el que alguien muere, y ni siquiera en una mayorí­a significativa, como aparenta indicar la valiosa información aportada por los forenses. Y hay que tener claro, que las causas finales son las que nos permiten controlar la tendencia a ser en el devenir de las cosas.
Muchos no entenderán a qué me refiero al hablar de distintas causas, porque, precisamente, al haber desaparecido de las aulas la lógica, la filosofí­a y la metodologí­a de las ciencias, son muchos los que están incapacitados -como constataban los cientí­ficos británicos- para identificar, entender y explicar las causas reales de muchos fenómenos, incluidos los que el tráfico y la inseguridad vial generan. Porque a base de deformar y de no enseñar los fundamentos y principios de la ciencia, está desapareciendo la posibilidad de ejercerla, y como consecuencia, también la de aplicarla con acierto, la posibilidad de técnica.
Y ello implica muchas consecuencias, entre ellas: que hablar con propiedad de ciencia y cientí­ficamente sobre cuestiones de tráfico y seguridad vial, desgraciadamente y para nuestro pesar, sólo está al alcance de muy pocos; que la técnica sin filosofí­a ni ciencia -tal y como nos advertí­a Ortega y Gasset-, provoca que sean muchos los que no puedan sobrevivir; y que es ese el autentico origen del drama del tráfico y la inseguridad vial, que no es poco.
Y de lo que no hay ninguna duda es qué: o la filosofí­a y la ciencia entran en el tráfico, y se desarrolla una técnica tan compleja y heterogénea como necesaria; o ese sistema técnico que es el de tráfico viario, que configura una parte esencial de nuestro habitat, seguirá matando masivamente y además nos hará la vida imposible.
Que la verdad nos hace libres, no es retórica vací­a y sin contenido práctico. Saber la verdad nos permite la libertad de elegir, y además, librarnos de las consecuencias de ser esclavos de la ignorancia. Y no es nada nuevo, que sobre esto, Platón ya nos poní­a al tanto en el Mito de La Caverna.
¿Dejaremos que el tráfico nos siga aplastando en la oscuridad y encadenados a la ignorancia?.
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